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EL HABITO HACE AL CABELLO

EL HABITO HACE AL CABELLO

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El cambio de hábitos sin duda no es sencillo haciéndose aún más difícil si estamos en confinamiento voluntario u obligado. Es así que notamos que dentro de lo que es el cuidado personal una de las cosas que más se extraña es la peluquería, barbería, salón de belleza, spa o cualquier otra locación a la que con frecuencia vamos a darnos “ese cariñito” que levanta nuestro ánimo, refuerza la autoestima y satisface el ego. De todos ellos lo que más notamos que preocupa es el cabello, su crecimiento y corte a la moda así como su color, lo más importante. Esto no es nuevo, históricamente tanto mujeres como hombres se han preocupado por ello. Veamos. 

Aunque hoy en día la industria cosmética nos parezca algo tecnológico y sofisticado las primeras civilizaciones ya se ocupaban de esto sin embargo por una cuestión de tiempo y espacio nos remitiremos a aquellos que fueron cuna de la cosmética y el cuidado del cuerpo, Egipto, Grecia y Roma, enfocándonos en esta última por una cuestión de cercanía a nuestra cultura. La higiene, el aspecto personal eran muy importantes en esa sociedad. 

Desde la época pre y post cristiana el cuidado del cabello fue tanto para mujeres como para hombres, fundamental en la convivencia social. En la etapa más floreciente de la civilización en los siglos IV y V A.C las peluquerías existían siendo los griegos los responsables de esta industria. Posteriormente esta influencia se trasladó a Roma a quien puede considerarse como la reina del inicio de la moda capilar. 

El sueño de las mujeres de la alta sociedad romana era poseer una rubia melena al estilo de las prisioneras galas, a las que se les cortaba el cabello para hacer pelucas que luego serían usadas por las patricias romanas quienes pasaban sus horas en las mañanas dedicadas a la estética personal, ayudadas por esclavas y peluqueros quienes a la hora del cenit (mediodía) las dejaban 

en perfecto estado de lucimiento social. El producto que más se usaba, si no disponían de pelucas estaba compuesto de sebo de cabra y ceniza de haya que, sin ser los más convenientes para la piel, fueron detonantes en la expansión de las pelucas ad hoc. Julia (64 d.C-91 d.C), hija del emperador Tito (39 d.C- 81 d.C) se ufanaba de sus postizos. 

En cuanto a los hombres de la Roma de la época, a diferencia de sus pasados barbudos e hirsutos, estos ciudadanos del siglo I D.C se hacían atender por peluqueros, quienes no solo les cortaban el cabello sino también afeitaban. Escipión “el Africano (236 a,C- 186 a.C) se afeitaba a diario imponiendo una moda. Trajano (53 d.C- 117 d.C) impuso la moda de llevar un mechón en forma de “S” sobre la frente. La dignidad o estatus social de los romanos estaba determinada por el largo de sus cabellos; canas, calvas y alopecia eran vistos como signos de enfermedad o vejez. Una bella melena era inmediatamente asociada a las grandes virtudes masculinas por lo que la costumbre de dejarse el cabello largo y barba era muy común. Lo cierto es que el tonsor (peluquero/barbero) afeitaba hacia manicure, coloreaba el cabello y depilaba. Si, tanto hombres como mujeres usaban ceniza caliente de nuez para depilarse. Licinio, quien atendía en El Foro fue un famoso Maestro peluquero de la época. 

Sobre el final de la republica el peinado masculino se tornó complejo pues el cabello comenzó a usarse corto y rizado, esto último se lograba con el calmistro, un hierro caliente que servía para rizar y hacer bucles. Esto último era la usanza de los galanes mientras que esclavos, que eran parte de la servidumbre de lujo, y los jóvenes libres lo usaban largo. 

En el siglo IV a.C hombres y mujeres habían adoptado de los griegos la costumbre de teñirse de color cobrizo usando jabón caustico hecho de sebo y cenizas, esto ocultaba también las canas algo que no se veía bien en esa época, luego el rubio prevaleció al punto que algunos adinerados usaban polvo de oro o pelucas (capillarmentum) que hacían traer de la Germania. 

Ovidio (43 a.C/17 d.C) el poeta, recomendaba a los jóvenes como atraer a sus amadas no preocupándose por rizarse el cabello o depilarse, pero si buscando a un buen barbero. Augusto (27 a.D/14 d.C) fue un modelo del género masculino usando unos mechones desordenados en forma de lengüeta sobre la frente, elegido por muchos y envidiado por otros. 

Si bien los salones de peluquería eran ya un negocio en la época, estos se organizaban por especialidades; en unos peinaban, en otros daban color, otros hacían pelucas y postizos de manera que los profesionales eran peinado, tinturista, ayudante etc. Más adelante en nuestra historia comenzó a tratarse el cabello como uno solo por lo que todo se hacía en un mismo lugar dando inicio a lo que hoy sería un salón de belleza y spa. 

La expansión del cristianismo, con su moral costumbrista y recatada que exhortaba a la sencillez y austeridad frenó, de algún modo, el talento creativo en el área del cuidado personal siendo los barberos quienes atesoraron antiguas recetas constituyendo así la base de la estética capilar. Una vez llegado el renacimiento (1300 d.C) este lo impulso nuevamente creando lo que hoy llamaríamos “tendencias de moda” desde el punto de vista capilar. De Venecia, parte el gusto en la antigua Europa por el cabello rojizo que se obtenía mezclando sulfuro negro, miel y alumbre. Sin embargo, no era esta la única tonalidad, para la época las mujeres podían elegir otros tonos dentro de una limitada gama de colores los que se formulaban con flores de altramuz tostadas y machacadas con salitre, grasa de ballena, sales de plata y cloro entre otros productos. 

Ya estamos en el siglo XVII en donde la estética capilar adquiere un nuevo rumbo, empolvar el cabello de blanco, lo que se conseguía mezclando talco con almidón. Un gran avance ocurre en 

el siglo XVIII con la aparición en Inglaterra del champú, palabra derivada del anglicismo shampoo que a su vez viene de “champi” el nombre de un masaje terapéutico indio. Pero esta es otra historia. 

Volviendo a lo nuestro, es entonces en el siglo XIX cuando, producto de la enseñanza de química y bioquímica en las universidades; en 1867, aparece el agua oxigenada para teñir el cabello de rubio, lo que es un progreso pues prácticamente caen en desuso las recetas abrasivas, cerca de final de ese siglo aparecen los primeros colorantes sintéticos a los que se le incorpora el agua oxigenada. 

Iniciando el siglo XX dos pioneros del cuidado del cabello como lo conocemos hoy entran en escena, dos químicos, un alemán y un francés de ascendencia alemana generan un quiebre en cómo se cuidaba el cabello. El primero Hans Schwarzkopf (1874-1921) cuyo apellido en esa lengua significa cabeza negra abrió una pequeña droguería en Berlín con el nombre de Farben- Droguen und Parfumeriehandlung (Comercio de pinturas, droguería y perfumería). Hans fue el creador de lo que hoy conocemos como champú y acondicionador líquido. 

Dijimos que habían sido dos, el segundo, fue Eugene Schueller (1881-1957) quien en 1907 desarrollo una formula sintética de productos inofensivos para teñir el cabello al que denomino “le Aureole” que era como se denominaba un peinado de moda en la época y que tenía forma de aureola; de aquí viene L’Oreal. Él fabricaba y vendía su producto a peluqueros de Paris. Junto a su socio, un contable, fundaron la Societe Francaise de Teintures Inoffensives verter Cheveux” (Compania Francesa de Tintes Inofensivos para el cabello) más adelante la resumió a L’Oreal de Paris. 

Unas décadas después, en 1931 Lawrence Gelb (1898-1980) y su esposa Joan (19012001) viajaron a Paris y de no haberlo hecho, Clariol sería el secreto mejor guardado. ¿Por qué? Si bien no era el mejor momento para encarar un viaje de esas características pues la depresión estaba asolando los Estados Unidos, la oportunidad siempre llama a tu puerta y tienes que estar listo. Es así que Joan, reconocida por su belleza y cabello castaño vio el potencial de un producto para colorear el cabello llamado Clairol producida por Parfume de Mury, el que a diferencia de los demás que ponían capa de color este penetraba en el cabello produciendo tonos más naturales y suaves. Importaron el producto y marca a su país cambiando totalmente la filosofía de la coloración del cabello estableciendo que la clave era que el cabello hermoso era un derecho de nacimiento de toda mujer. 

Este paso tuvo que enfrentar tabúes pues el gran obstáculo a vencer para la época en América que hasta los 50’s, la coloración del cabello estaba asociada a mujeres artistas de teatro o de las calles. Para las consideradas damas de la época, colorearse el cabello se hacía en el mas absoluto secreto al punto tal que las citas se hacían bajo nombre falsos. Entraban a los salones de belleza por la puerta trasera o lateral e iban a cabinas en las que no podían verse con la vecina. 

Es entonces en 1956 cuando se toma la decisión más importante de la época, lanzar Miss Clairol, el primer kit de coloración que podía, aclarar, teñir, acondicionar y aplicar champú en un solo proceso. Shirley Polikoff (1908-1998), creativa de una importante agencia de publicidad creo la frase que acompañaba un spot de tv y avisos gráficos hasta hoy es una de las referentes del marketing mundial, “está o no lo está? Solo su peluquero lo sabe” (link spot en Fuente) 

¿Y qué pasó con los hombres? Si bien estos usaban algunos tintes naturales como el agua de romero e incursionaban usando los de mujeres, lo que se notaba a distancia, sus barbas y bigotes mostraban las canas que intentaban ocultar coloreando el cabello. Esto era más que simpático pues los tonos logrados en su cabello no eran ni cercanos a los que las mujeres tenían. Era otro secreto a voces. Es recién en 1987 cuando la marca “Just for Men” entra en un mercado que, si bien aún no estaba totalmente preparado, logra satisfacer a aquellos que querían consentirse. Las tinturas de esta marca iban de barba a cabello siendo hoy el líder del segmento y no solo eso, sino que logro quitar el estigma del secreto para siempre y es más que natural que el hombre use tintes. 

Volviendo a nuestro inicio, hoy gracias a la tecnología y redes sociales hay innumerables tutoriales de cómo enfrentar y solucionar no solo el cuidado y mantenimiento del cabello usando productos naturales al alcance de nuestra alacena al igual de cómo usar los ya preparados obteniendo los mismos resultados que antes. 

La pregunta que cierra esta nota es, estamos frente a un cambio de hábito que tendrá un impacto en el futuro de nuestro cuidado personal haciéndonos menos dependientes de terceros y al mismo tiempo reforzando el “tu puedes hacerlo” ? Pensémoslo. 

Antonio Delgado 
Senior Consultant & Coach

Fuente: La vida en la antigua Roma; Harold Johnston, La Vida cotidiana en la Roma de los Cesares, Ampara Arroyo; www.belleza.tendencias.com ; www.cosmeticseurpe.eu ; Roma un dia https://www.youtube.com/watch?v=GXkzl2l5CH8